Rosa Montalvo Reinoso
“Nosotros los awajún wampis no te hemos elegido para que nos extermines, sino para que nos ayudes, des estudio a nuestros hijos que ahora has matado. Nosotros no te estamos quitando tu propiedad privada, no te hemos matado tus hijos, tu familia, ya nos exterminaste, ahora quedamos sin nada,” (1) fue hace un año el grito angustiado de una mujer awajun frente a la tragedia que significaba para ella el perder a sus seres queridos en un irracional operativo que dejó 34 muertos, entre indígenas, no indígenas y policías, y al mayor Bazan desaparecido aún.
El dolor de esta madre, hermana, hija, esposa awajún refleja el profundo dolor de las otras mujeres que tuvieron también que enfrentar la angustia de perder a un esposo, hermano, hijo en esta absurda tragedia sobre la cual no se asumen las responsabilidades que corresponden, a lo que se suma la sordera de las autoridades, el quemeimportismo con que se mira a los pueblos indígenas y su indignación en un país que aún tiene la marca de la exclusión, la discriminación y el racismo a flor de piel.
Mucho se ha hablado de la tragedia, de las consecuencias y de los pasos que se dieron posteriormente para establecer puentes de diálogo en el país con los pueblos amazónicos, en un esfuerzo por restablecer la relación fracturada con el Estado debido a estos sucesos. Sin embargo, no se ha hablado lo suficiente de las mujeres, porque esta historia, como muchas otras historias de enfrentamientos y guerras, con seguridad es también una historia de mujeres. Como en otros enfrentamientos, son las mujeres las que tienen que recoger los muertos, curar los heridos, esconder su dolor para sostener a la familia y como muchas otras volver a ser paridas por sus hijos, como dice Hebe de Bonafini, líder fundadora de las Madres de la Plaza de Mayo, pues en esta búsqueda de justicia van naciendo como ciudadanas con derechos, como pasó con cientos de mujeres durante el conflicto armado. ¿Cuántas mujeres awajún parió esta tragedia? ¿Cómo podemos escuchar sus voces en este tiempo en que los pueblos nos conminan a un diálogo abierto con reconocimiento de su identidad y sus derechos? ¿Dónde nacerán de nuevo las madres y esposas de los policías que exigen una explicación, que también quieren justicia y que anoche se manifestaron frente a la sede de la Asociación Interétnica de la Amazonía Peruana (AIDESEP), señalando al líder indígena Alberto Pizango como único responsable de los hechos? (2)
Lo diferente de esta tragedia es que, como pocas veces sucede, también participaron otras mujeres, poderosas mujeres que, detentando importantes cargos en el gobierno, han puesto en cuestión algunas posiciones que existen sobre el ejercicio de poder de las mujeres, basadas en características atribuidas al género, como la sensibilidad, la emotividad, la dulzura, la transparencia. El papel que jugaron en esta historia ha sido duramente cuestionado por diferentes sectores del país, incluyendo las comisiones que se formaron para investigar los sucesos, atribuyéndole a una más que a otra una buena porción de responsabilidad en la tragedia.
La ministra del Interior de ese entonces, Mercedes Cabanillas, ha sido señalada como una de las principales responsables políticas del operativo, aunque en su defensa ha dicho que aunque autorizó la operación no ordenó iniciarla, lo que fue determinado por el comando policial destacado en el sitio.
“¿Acaso yo tenía una pluma en la cabeza y he aniquilado a los policías?” respondió a los periodistas que le preguntaban si asumía responsabilidad por los hechos ocurridos, expresando en esta frase la percepción que tiene de los ciudadanos indígenas y atribuyéndoles la responsabilidad de los hechos, utilizando un marcador étnico que denota autoridad para poner una nota de desprecio al diferente que está representado en el hombre que porta su corona de plumas. Poco sensible, etnocéntrica y dura se podría decir de ella.
La otra ministra vinculada a los sucesos es la ex ministra de Comercio Exterior y actual ministra de Economía y Finanzas, Mercedes Aráoz, que el ex primer ministro Yehude Simon señaló como una de las responsables del Baguazo, aunque según lo indica el congresista Guido Lombardi en su informe en minoría de la Comisión Especial del Congreso, ella no tendría el mismo peso de responsabilidad que la ministra Cabanillas. Lo cierto es que según se denunció por los medios, ella mintió al país señalando que algunos de los decretos legislativos que fueron en buena medida la causa de las protestas por afectar los derechos colectivos de los pueblos indígenas eran imprescindibles para el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Una mentira no piadosa, una clara expresión del que todo vale para lograr los objetivos sin calcular el costo ni cómo una “mentirita” puede llegar a impactar en la vida de la gente. ¿Habrá aprendido algo la ministra de este suceso?
En ambos casos, podemos ver que no hay un ejercicio de poder distinto al de los hombres por el hecho de que las ministras sean mujeres. La fidelidad más importante que ambas demuestran es al partido en un caso, al modelo, al negocio en el otro. Ni una pizca de solidaridad intragenérica, que era necesaria frente a las otras mujeres que se desgarraban de dolor por sus pérdidas, mujeres desconocidas para el país, que por primera vez pudo acercarse a las formas cómo expresan su dolor las mujeres de otros pueblos. “¿Se está ahorcando?” pregunta el periodista entre los sollozos de la mujer en unos de los videos que circuló en ese momento. “Sí, por estimar a su hija. Así muerto el cadáver quiere conocer,” dice un espontáneo traductor. (3)
Luego de la tragedia, se dieron una serie de acciones que posibilitaron espacios para que se expresen las posiciones de los pueblos indígenas. Las mesas de trabajo que se establecieron fueron uno de los pasos más trascendentales. Aquí varias dirigentas estuvieron levantando su voz y su mirada, entre ellas Daysi Zapata, de AIDESEP, a quien le tocó el duro papel de reemplazar a Alberto Pizango, cuidar la organización, tarea nada fácil en un contexto de tanta polarización e intentos de manipulaciones y provocaciones de rupturas, entre otras muchas cosas.
Uno de los más importantes pasos dados en este proceso es la aprobación de parte del Congreso de la Ley de consulta a los pueblos indígenas, que ratifica un derecho preexistente reconocido en el Convenio 169 de la OIT. Este paso sin duda constituye un pequeño reconocimiento a las luchas de los pueblos y una muestra del respeto que Bagua, al conmemorarse un año de la tragedia, y los pueblos indígenas en general se merecen. Este paso, aunque genera muchas expectativas y esperanzas de que sea promulgada por el Ejecutivo, y que se cumpla verdaderamente, abre también nuevas interrogantes en diferentes aspectos, y uno que queremos mencionar aquí es la preocupación existente sobre cómo participarán las mujeres en los procesos de consulta.
La Ley, en su artículo 6, señala que los pueblos indígenas participan en los procesos de consulta a través de sus instituciones y organizaciones representativas, elegidas según sus usos y costumbres. Sabemos que los liderazgos femeninos son escasos en las organizaciones, y si, como dice Nancy Fraser, “la participación significa el poder hablar con voz propia y simultáneamente entonces poder construir y expresar la identidad cultural propia a través del idioma y estilo” (4), cabe preguntarse cómo podrán las mujeres expresar sus voces y sus visiones en los procesos de consulta.
Creemos que procesos de consulta deben necesariamente incluir a las mujeres indígenas, sus distintas voces, sus sonidos, sus palabras, sus ideas, sus miradas, sus experiencias de vida y sus concepciones del mundo. Es lo que hará posible que realmente se desarrollen propuestas que les posibiliten ser también protagonistas de su historia, ejercer su ciudadanía, seguir viviendo en sus territorios, seguir siendo dueñas de su vida, viendo a sus hijos e hijas crecer, y no sólo recoger y sostener el dolor que generan las pérdidas de familiares y la violación de sus derechos y los de sus pueblos.
“Nosotros los awajun wampis no te hemos elegido para que nos extermines, sino para que nos ayudes, des estudio a nuestros hijos que ahora has matado”, fue el reclamo de una mujer awajún al presidente luego de la tragedia hace un año, grito que debe llamarnos a la toma de conciencia de que hechos como lo que conmemoramos este 5 de junio nunca más deben repetirse.
NOTAS
(1) http://www.youtube.com/watch?v=D--_jZ6KHpw&feature=related
(2) http://lamula.pe/2010/06/02/las-heridas-por-los-muertos-de-bagua-no-cierran/1542
(3) http://www.youtube.com/watch?v=FtcPGvuD_7Y&feature=related
(4) Nancy Fraser (1997): “Repensando la esfera pública: una crítica de la democracia actualmente existente”, Revista Ecuador Debate 46.
domingo, 6 de junio de 2010
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