viernes, 16 de julio de 2010

ENCÍCLICA DEL PAPA PIO X A LOS OBISPOS Y ARZOBISPOS DE AMÉRICA LATINA SOBRE LOS INDIOS DE SURAMÉRICA

LACRIMABILI STATU

Venerables hermanos,
Salud y la bendición apostólica.

1. Siendo sumamente conmovido por la condición deplorable de los indios en América baja, nuestro ilustre predecesor Benedicto XIV abogó por su causa, pues está conciente de la importancia de sus palabras, en su carta Immensa Pastorum, dada el 22 de diciembre de 1741; y desde entonces tambiéntenemos que deplorar en muchos lugares las mismas cosas que él entonces lamentó; muy seriamente recordamos esas cartas en su memoria. Para esto, entre otras cosas, el papa Benedicto se quejó de que aunque el visto apostólico había hecho mucho, y durante mucho tiempo, relevar sus fortunas afligidas, había incluso “hombres de la fe ortodoxa que, como si se hubieran olvidado completamente de todo el sentido de la caridad vertidos en nuestros corazones por el fantasma santo, presumió reducir a los indios desgraciados, sin la luz de la fe, e incluso a los que habían sido lavados en el varec de la regeneración, a la servidumbre, o venderlos como esclavos a otros, o privarlos de su característica, y tratarlos con tal inhumanidad que los obstaculizaron del abrazo de la fe cristiana, y movido lo más fuertemente posible para mirarla con aborrecimiento.” Es verdad que pronto, luego de la peor de estas indignidades, es decir, esclavitud, correctamente supuesta -estaba, por la calidad del dios merciful, suprimida; y a esta abolición pública de la esclavitud en el Brasil y en otras regiones, la insistencia maternal de la Iglesia movió y animó a los hombres excelentes que gobernaron esas repúblicas con el gran cuidado. Y reconocemos, alegres, que si no hubiera estado para muchos, y los grandes obstáculos que estaban parados así, sus planes habrían tenido mucho mayor éxito. Sin embargo, aunque mucho se ha hecho así para los indios, hay mucho más que todavía deberían ser hechas. Y, de hecho, cuando consideramos los crímenes y los ultrajes todavía confiados contra ellos, nuestro corazón se llena de horror, y nos mueve a la gran compasión para su raza más infeliz. Para qué puede ser tan cruel y tan bárbaro en cuanto a hombres del látigo y calificarlos con hierro caliente, a menudo para las causas más triviales, a menudo para una lujuria mera de la crueldad; o, repentinamente derrocándolas, para matar centenares o millares en una masacre incesante; ¿o para perder aldeas y distritos y matar a los habitantes, de modo que algunas tribus, como entendemos, hayan llegado a estar extintas en estos últimos años?


2. La lujuria del dinero ha hecho mucho para hacer las mentes de los hombres tan bárbaras. Pero algo también es debido a la naturaleza del clima y de la situación de estas regiones, como estos lugares se sujetan al sol meridional ardiente, que echa una languidez en las venas y destruye el vigor de la virtud,y como él se quita lejos de los hábitos de la religión y de la vigilancia del Estado y, en una medida,incluso de la sociedad civil, viene fácilmente a pasar que los que no han venido ya allí con moralejas malvadas pronto comienzan a ser corrompidos, y entonces, cuando todos los enlaces de derecho y el deber están quebrados, caen lejos en todos los vicios odiosos. Ni en esto toman cualquier compasión en la debilidad del sexo o de la edad, de modo que estemos avergonzados de mencionar los crímenes y ultrajes que confían en buscar y la venta de mujeres y a niños, en donde puede ser dicha la verdad que han sobrepasado los ejemplos peores que la iniquidad paga.


3.Para nuestra parte, de hecho, cuando los informes de estas cosas primero nos fueron traídos, vacilamos por un cierto tiempo para dar crédito a tales atrocidades, puesto que parecían ciertamente ser increíbles. Pero después de que a los testigos abundantes nos hubiéramos asegurado -al ingenio, por muchos de ustedes mismos, los hermanos de Venerable, por los delegados del apostólico ven, por los misioneros, y por otros hombres enteramente dignos de creencia- nosotros no podemos tener más dudas en cuanto a la verdad de estas declaraciones.

4. Ahora, por lo tanto, ponderad de largo en esta materia, de modo que, por lo que las mentiras en
nuestra energía pueden esforzarse para remediar tales grandes males, con rezo humilde y súplica
pedimos a Dios eso que él puede designar en su calidad para demostrarnos una cierta manera
oportuna de curar estas heridas. Para Él sí mismo, que es el fabricante y el Redentor más cariñoso de toda la humanidad, puesto que él nos ha dado este deseo de trabajar para el ahorro de los indios,también, seguramente, nos dará esas cosas que conduzcan a este fin. Mientras tanto, nos consuela grandemente saber que los que llevan regla en estas repúblicas están haciendo cada esfuerzo para quitar esta deshonra excepcional y esta mancha de sus Estados; qué esfuerzos, de hecho, no podemos elogiar y aprobar suficientemente. Puesto que, sin embargo, estas regiones están lejos de los asientos del gobierno, y están para la mayor parte no fácilmente accesible, estos esfuerzos humano de las energías civiles, si del arte de los criminales, que pueden cruzar rápido las fronteras, o con la inactividad o la perfidia de los funcionarios, hacer a menudo poco bien y venir a veces nada. Pero si el trabajo de la Iglesia se agrega al trabajo del Estado, entonces la fruta deseada será obtenida largamente en mayor abundancia.

5. Porque, hermano del Venerable, te invitamos, antes que todos los otros, damos el cuidado especial y el pensamiento a esta causa, que está de cada manera digna de tu oficina y deber pastorales. Y dejando el resto a tu solicitud y diligencia, te impulsamos particularmente a fomentar y promover todos los buenos trabajos instituidos en tus diócesis en beneficio de los indios, y ver que otros trabajos probablemente pueden ser instituidos para que puedan ayudar a contribuir con este fin. En el lugar siguiente amonestarás diligente a tus multitudes en su deber más sagrado de ayudar a las misiones religiosas a los naturales que primero habitaron el suelo americano. Dejarlos saber que pueden ayudar a este trabajo especialmente de dos maneras, al ingenio, por sus regalos y por sus rezos; y eso es no sólo su religión, pero su país también, que pide el de ellos. Hacerte, por otra parte, cuidado de la toma que la instrucción moral del por qué está dada, en seminarios, en universidades, en escuelas del convento, y más especialmente en las iglesias, la caridad cristiana, que sostiene a todos los hombres, sin la distinción de la nación o color, como hermanos verdaderos, será predicado y elogiado continuamente. Y esta caridad se debe hacer manifiesta no tanto por palabras como por hechos. Por otra parte, cada oportunidad se debe llevar a la demostración que una gran deshonra es hecha al nombre cristiano por estos hechos bajos, que aquí denunciamos.

6. En cuanto a nuestra parte, teniendo buena razón de esperar el consentimiento y la ayuda de las
autoridades públicas, hemos tomado más especialmente cuidado al extender el campo del trabajo
apostólico en estas amplias regiones, designando más estaciones futuras para las misiones, donde los indios pueden encontrar seguridad y honor. Para la Iglesia católica ha estado siempre una madre fértil de los hombres apostólicos, que, presionados por la caridad de Cristo, se traen dar sus vidas para sus hermanos. Y hoy, cuando tan muchos aborrecen la fe o vagan lejos de ella, el celo para separar el evangelio entre las naciones bárbaras sigue siendo fuerte en el clero y en hombres religiosos y vírgenes santas; y este celo crece mayor y es separado al exterior más extensamente por la energía del fantasma santo, que ayuda a la Iglesia, su esposo, según las necesidades del tiempo. Porque lo pensamos bien para hacer el mayor uso de esas ayudas que por la calidad de Dios sean listas a nuestra mano, para entregar a los indios, donde está la más grande necesidad de la esclavitud de Satán y de hombres traviesos. Para el resto, puesto que los predicadores del evangelio habían regado estas regiones, no sólo con su sudor, pero a veces con su sangre, confiamos en que una cosecha justa de la amabilidad cristiana soltará largamente adelante de sus grandes trabajos y llevará la fruta abundante. Y ahora, para que hagas en beneficio de los indios, si de tu propio acuerdo o en nuestro exhortación, puede estar el más eficaz por la ayuda de nuestra autoridad apostólica, atenta del ejemplo de nuestro precursor antedicho, condenar y declarar culpable a cualquiera de grave crimen, como él dice, “nos atreveremos o presumiremos reducir a los indios dichos a la esclavitud, venderlos, comprarlos, a intercambiarlos o para darlos, para separarlos de sus esposas y niños, para privarlos de mercancías y bienes muebles, para transportar o para enviarlos a otros lugares, o de cualquier manera cualesquiera de robarlos de la libertad y sostenerlos en esclavitud; o para daros consejos, ayuda, favor, y el trabajo sobre cualquier pretexto del color que hacen estas cosas, o predicar o enseñar que son legales, o cooperar con eso de cualquier manera.” Por consiguiente, nosotros por voluntad que la energía de penitentes de absolución en el tribunal sacramental de estos crímenes será reservada a los pobladores de los lugares.


7. Se ha parecido bien a nosotros, movido por nuestro afecto paternal y después de los pasos de tus precursores, entre quienes podemos mencionar especialmente a León XIII, de la memoria bendecida, para escribirte estas cosas, los hermanos de Venerable, en el caso de los indios. Pero estará para que te esfuerces según tu fuerza da la satisfacción abundante a nuestros deseos. Con toda certeza te ayudarás en esto con las reglas en estas repúblicas; ni desearás el trabajo y el cuidado del clero, especialmente esos dedicados a las misiones sagradas; y, pasado, todos los buenos hombres estarán con ti, y los que pueden, con los regalos u otras oficinas de la caridad, ayudarán a una causa en las cuales la religión y la dignidad de la madurez estén implicadas. Y, cuál es la principal cosa, la tolerancia del Dios todopoderoso estará en ti, en el símbolo de quien y como compromiso de nuestra voluntad, impartimos lo más cariñosamente posible la nueva bendición apostólica a ti, hermano del Venerable, y a Sus multitudes.

Dado en Roma, en San Pedro, el 7 de junio de 1912, en el noveno año de nuestro Pontificado.

Pío X

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